Llovizna
Siempre disfruto un cigarrillo bajo la llovizna.
Cuando el frío traspasa el abrigo,
y las pequeñas gotas seducen cada centímetro facial,
parezco un ser humano entregándome a los placeres de la naturaleza.
La lluvia cual halo hermoso, envuelve mi piel pálida
y la humedece, como pequeñas lágrimas entonando una canción,
cierro los ojos, y en los párpados se depositan
sus hermosos tonos frescos, cristalinos,
perceptibles en su máximo esplendor
cuando las pequeñas gotas rosan los labios.
El cigarrillo se deshace al compás de la noche,
y por nada del mundo se deja apagar por la llovizna,
es como si defendiera su limitada existencia,
otorgando gozo a quien en instancias amplias
puede oír el crujir tierno de sus brasas.
Me siento envuelto por un manto elegante,
de curvatura adecuada.
Relativamente mojado gracias a la brisa.
Eres la única que me espera,
contrastas mi antiguo color gris,
con la felicidad que embarga.
Eres la única que me sigue a donde vaya
aunque sean por pocas horas,
siempre te acomodas abriéndome el camino,
impidiendo que toque el suelo aburrido y helado.
No dejes de alegrarme la vida.
No dejes de empañar mis ojos.
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