Los ciento cincuenta
Absorto frente al semáforo de ciento cincuenta segundos en rojo, del mismo color del vestido que calzas, cuyos bordes llegan a formar una copa invertida con el viento.
Reticente a mirarte a los ojos, te alcanzo por el reflejo de una luna inmensa al medio día, cuando tu ausencia recrudece las redes sociales.
Pasmado camino de largo porque ya no más seré quien cruce la diagonal.
En mi cabeza hay discusiones que se endurecen con el paso de los segundos, bajo los efectos del vestido rojo que llegan a relucir tus piernas cubiertas por pantys que antes tanto pedía que uses.
Porque la noche esta llena y las combis se repletan, las personas sentadas son indiferentes ante los problemas de aquellos pobres apretujados, contorsionándose para poder tener un mínimo de confort: el menos doloroso posible.
Los ciento cincuenta hilos enhebrados que detienen el tránsito y conforman tu vestimenta, y la Javier Prado burlándose de mi impuntualidad son el marco de esta abstracción de la cual quiero escribir y hacer notar su sentimiento, en el aire abunda la culpa y las decisiones amorosas a medio tomar, y los caminos se refuerzan pero el brillo de tu boca aun tiene el ligero poder de detenerme.
Celebro mi último mensaje comiendo una hamburguesa con queso, dando pasos lentos por la calle solitaria.
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