Fuerzas de la naturaleza

Tengo dos horas para hacer algo que me toma toda una semana, el sueño me agobia en ciertas partes del cerebro, el vinilo corre dulcemente bajo la sombra de este domingo asquerosamente caluroso. El lado A tarda menos en reproducir, lo mejor del disco es que fluye por cada parte de la psiquis, lamentablemente el tiempo relativo acelera los placeres de la vida. Caminaba por San Isidro, por  la avenida Conquistadores y lugares aledaños, iba sólo a las 9 de la noche a punto de encontrarme con alguien. Siempre admiré los edificios, las calles, las casas hermosas, grandes, los restaurantes, las tiendas, etc. Siempre fueron de mi gusto, recuerdo cuando mi papá me llevaba de niño a su trabajo los sábados, precisamente en Conquistadores, la 'combi' viajaba desde Cercado de Lima hasta allá, el cambio de infraestructura, la transformación del trayecto me hacia adorar ir cada fin de semana a pasear por esos lugares. No olvido que por el Centro Cultural de la Católica, unas cuadras antes de llegar a la oficina, en las afueras hay pequeños jardines, en uno de ellos existe un árbol gigantesco, la tradición era pasar y tocar unos segundos la corteza para absorber un poco energía y empezar bien el día. Se convirtió en una costumbre en mi infancia, tardé unos años, ya cuando crecí y dejé de acompañar a mi padre a todos lados, que no existía tal cosa como la transferencia de fuerzas de la naturaleza, mi padre siempre fue fuerte a su manera, solo lo decía para excusarse, él siempre obtuvo esa chispa que lo aceleraba a cada momento. Pero regresé a ese lugar luego de más de 10 años, el árbol sigue ahí, sentí una nostalgia de niño, toqué unos segundos el exterior pretendiendo obtener unos pocos recuerdos de ese entonces y quise llorar, quise decirle a mi padre cuanto lo amo. Pero él lo sabe, dentro de su cabeza canosa, él sabe que lo adoro con toda mi vida. 





(good old times)

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