Plano general
El recorrido provocado por la combustión de minerales, la
infección del aire que encapota el cielo, ennegrece el invierno y de algún modo
lo dulcifica, lo vuelve típico a todos los escenarios estacionales, mi abrigo oscuro y mis
manos frías, componentes del viaje de casi todas las madrugadas.
También las 'gentes', el sector demográfico que se anima a 'levantarse
de noche', tal vez por obligación, quizá para llenar algún espacio incapaz de reconfortarse, quien sabe; esta porción de la masa me acompaña,
tranquilizando mis ‘buenos días’.
Percibo el hermoso contraste de luces amarillas y el gris
pavimentado, todo bajo el mismo recorrido generado por el carburante natural,
el impulso con que cada persona nace y encuentra su punto de partida.
Me balanceo cada segundo, profundizando, exagerando mis
expectativas, desmintiéndolas inmediatamente. Y el número ahora es 22, se torna un poco complicada la hora, la complexión de huesos, piel y músculos,
la inclinación del tiempo y dirección.
No malinterpretar, en sí no celebro porque no hay sustancia
formada por mis intenciones, pero sé cómo fabricarla, como llegar a ella, todo
habita en mi mente. Pero como todo en la vida, prima el metálico: conjunto de
aluminio y cobre, papeles de algodón.
"Debo esperar" digo todo el tiempo, comienzo a parecer
de esos que aconsejan pero no aplican y cierto desastre se apodera de las
conciencias.
Me urge despertar con el aroma de un café delicioso. Con muchas
ideas en la cabeza, pues es todo lo que tengo.
Sonríe Alberto, siempre lo haces aunque no parezca. Al carajo
con el contrasentido. El impulso será medido en cuanto te decidas.
Mientras tanto, el recorrido acaba, atisbos de amanecer por
todos lados, mi cerebro se ha vuelto a oxigenar, y el centro poderoso se ha
vuelto a recargar del combustible que mueve la conexión entre espíritu y
cuerpo.
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