Al centro
Déjame llevarte al centro del
dado roído, dónde las respiraciones resucitan cada cinco segundos y las nubes están llenas de aire, la boca siente el dulzor de la sangre que se
filtra entre las rendijas de mis molares y caninos; mi lengua embebida urge de
otra, se siente atrapada, obligada a romper el pacto.
Los bacilos horadan las
circunscripciones de un corazón que ya se rompió, reconstruyó y actualmente se
transforma en un mineral sólido a temperatura ambiente, helado a 22 grados.
Déjame llevarte a las cavernas
sanguinolentas, entre cuyos espacios interlineados podrás ver la conjunción de
mi organismo maltrecho y el ser que quiere sentir el ascenso del fármaco, la droga anhelada por mi cerebro, es decir, la sustancia que nutre nuestras vidas, esa que obtengo por ratos, cuando me
siento eterno y me enamoro.
Espiroquetas se atrincheran
como capitanes de la torre más alta, se adhieren como un tatuaje helicoidal en
la sangre, siempre en la sangre, esperando el antídoto, mientras mi mente inundada rompe las paredes y enfrenta su contraparte.
Déjame llevarte a ese punto donde
el azar se convierte en la última ficha del dominó cerca de caer, la suerte estará echada y
el sistema funcionará como mejor pueda, porque son las 11:11 y suplico a las
cartas que mis exhalaciones sean infinitas y ausentes de todo mal.
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