Pasatiempos

Suelo mirar mucho las caras de los transeúntes, me interesan sus devenires, las cacofonías que salen de sus bocas al hablar de sus problemas, pienso que algún día escribiré sobre ello, pero aún no lo he hecho.

Algunas caras me alejan los ojos, los desvían hacía la ventana u otros lados, perdonan mi impertinencia, mi curiosidad por adivinar sus pensamientos, por descubrir sus facciones en medio del tumulto.

En el giro, los frenos nos obligan a empujarnos entre desconocidos, unos viven para sentirse amargos a otros no les importa nada, yo soy uno de esos.

Me enamoro de una mujer diferente en cada viaje, sobretodo cuando cruzamos miradas y esta se sostiene por más de un segundo. Es solo un ejercicio, un pasatiempo que me distrae de querer encontrar sus globos oculares en la siguiente calle, podría decirse que es un capricho.  

Es un vicio de mi parte, pretender que el bus parará en medio del camino y resultará una nueva experiencia.

Luego me siento -en el asiento- de la oficina y una pantalla despliega sus luces en mis ojos, todo lo que veo son letras uniéndose por arte de magia. 

Ocho horas acarician mis manos, se cierra el telón hasta oscurecer, la oficinista del otro lado también está sola, me pregunto a quien extrañará.

Pero el regreso es igual, solo que ahora todos miran la pantalla de sus celulares. Han pasado dos años y el ritmo es el mismo, dos años y mis pasatiempos se mantienen.

Todo lo que importa es la llegada del viernes, las posibilidades se multiplican, ¿posibilidades de qué?, pues de incentivar las circunstancias.


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