Hielos finales
En el ángulo del vaso empinado
todo dejó de sentirse mágico.
Existo, pienso y sobrecompenso.
La mareadez ya no es tan agradable,
el corazón campanea menos,
ajusto el pecho,
no debo dejar salir el hilillo de dolor.
En la esquina empinada del bar,
yo, el terco e incompetente,
me pregunto,
¿quién comparte la mitad de tu vida?
¿quién te ve vestir al amanecer?
Mis dedos somatizan
vocalizando alguno de mis tantos gritos,
me aterra tanto exponer las vísceras,
estoy harto de este luto.
Quiero que sepas que
en los hielos finales,
esos que se rompen con los dientes,
quiero que entiendas que
cada bostezo, cada década entrante,
cada uno de mis playlist,
necesita de ti.
En el pináculo de mi caída,
no todo poema debería ser nuestro,
converso, pido el taxi, tengo sexo,
la eyaculación no es bendita,
el corazón campanea menos.
Algún día podré reparar el hilillo de dolor.
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