Una mañana como esta

Un día como el que ocurre ahora, me dejo llevar por el bus, infestado de los mismos demonios cerebrales, con la boca llena de diccionarios, el corazón archivado y “El señor matanza” en los tímpanos. Paso por encima de cadáveres, de "usuarios" con ropas ajustadas, casacas delgadas y zapatos de cuerina. Ando con un tumulto en mi panza, una antorcha arde en su desembocadura, ¿de donde proviene toda esa combustión? 

En este asiento donde espero el intercambio de palabras, luces y olores, relevo a otros que quizás también se han visto masticando escenarios, deshuesando suposiciones, reavivando el tiempo, queriendo llegar lo más tarde posible, mejor es no llegar.

Y a medio camino, en el invierno de esta cabeza cuadrada con la interpelación en la papila más afilada, escribo una pregunta: ¿Qué hago con tu saliva?

A este punto parece un plástico de amor podrido que forra mi boca y algunas otras partes del cuerpo, ¿qué hago si ninguna espuma puede deshacerla?, solo el fuego.

¿Qué hago en Lima? Intentando trabajar en equipo, pretendiendo ser de familia, direccionando pagos, cogoteado por la burocracia, debiendo más de lo que amo, con la intranquilidad lamiendo la cuerda que adorna mi cuello.

Una mañana como la que está pasando en estos momentos, me derramo sobre la avenida menos pensada, inundado de los demonios madrugadores de siempre, pasando por paredes empolvadas, chocando los brazos con gestos adustos, voy en el cruce, siendo un ciudadano más, un transeúnte sobrecalificado que baja en el paradero. 

Me voy de regreso, sin saber a dónde.


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