Limón
Mi manera especial de enfrentar las rosas, su contexto, las puntas que arañan la piel, todo el esplendor de un ramo, mi tormento entero se reduce a un caramelo de limón.
Amalgama azucarado de quien nadie se acuerda, ni yo, pero me mata, me empalaga hasta el día de hoy, ayer también.
Entendí que el virus que me habita quedó apelmazado en mis cajones, aflora en la terapia, a la hora de comer, cuando me pajeo, cuando intento ser funcional.
Definitivamente es una obsesión querer querer, que me preguntes con ojos impertinentes si me la puedes chupar, imaginar que tocas mi puerta/esternón de la nada, derramando tus pétalos en el cuarto, sin avisar.
Todo me reduce a un envoltorio, por ende me arrincono diminuto, flácido, deshidratado, abandonado de afecto, apestando a miel, a limón, virulento, mortificado por dentro.
Mañana también.
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